¿Qué preocupa hoy a los españoles? Un análisis del CIS en el ecuador de la legislatura

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¿Qué preocupa hoy a los españoles? Un análisis del CIS en el ecuador de la legislatura

Han pasado dos años desde las últimas elecciones generales y los datos del CIS de julio 2025 nos ofrecen una instantánea valiosa del estado de ánimo colectivo. ¿Qué ha cambiado desde julio de 2023? ¿Qué preocupa hoy a los ciudadanos? ¿Qué señales nos dejan sobre el rumbo que podría tomar la segunda mitad de legislatura?

En este análisis, comparamos los datos clave de 2023 y 2025 para entender cómo ha evolucionado la percepción económica, cuáles son ahora los principales problemas del país y de la vida personal, y qué tendencias emergen en la opinión pública. Un ejercicio necesario para leer no solo el presente, sino también las posibles direcciones del futuro inmediato

1. La percepción económica: estabilidad en lo personal, tímido repunte en lo colectivo

Uno de los patrones más estables en la opinión pública española durante los últimos años es la percepción dual de la economía: tendemos a ver con mejores ojos nuestra situación personal que la del país en su conjunto. Esta brecha se mantiene sólida en julio de 2025, pero los matices en los datos merecen una lectura más atenta.

En julio de 2023, un 69,3 % de los españoles calificaban su situación económica personal como buena o muy buena, frente a un 22,4 % que la veía como mala o muy mala. Dos años después, en julio de 2025, este optimismo personal se mantiene mayoritario, aunque con un leve descenso: 65,1 % de valoraciones positivas frente a un 23,5 % de negativas.

La lectura cambia ligeramente cuando pasamos al plano colectivo. La valoración de la situación económica del país mejora tímidamente respecto a hace dos años. En 2023, solo un 36,2 % ofrecía una visión positiva, mientras que el pesimismo alcanzaba el 54 %. En 2025, los optimistas ascienden al 39,4 % y los pesimistas descienden ligeramente hasta el 51,3 %.

¿Qué puede explicar esta mejora en la percepción económica general mientras la visión personal pierde algo de fuerza? Una hipótesis razonable apunta a los temas que los ciudadanos consideran hoy prioritarios. Tanto el paro como la crisis económica han perdido peso entre los principales problemas del país, lo que podría estar abriendo paso a una lectura algo menos alarmista de la economía española.

Además, cabe considerar que las expectativas económicas personales pueden estar reajustándose a una nueva normalidad. Tras dos años marcados por la inflación persistente, la subida de tipos y el encarecimiento del coste de vida, es posible que muchas personas mantengan su situación estable, pero con menor sensación de desahogo o de mejora futura.

2. De malestar difuso a preocupaciones concretas: los problemas del país y los problemas de cada uno

Si en el plano económico los cambios han sido discretos, el apartado de los problemas que más preocupan a los españoles —tanto a nivel colectivo como personal— sí muestra una transformación más clara y estructural en los dos años transcurridos desde las elecciones de 2023.

Del malestar general a la indignación específica

En julio de 2023, la desafección política, el paro y la crisis económica conformaban el podio de preocupaciones nacionales. Dos años después, tanto el paro como la crisis económica han perdido peso de forma notable (del 30,9 % al 15,1 % y del 36,6 % al 16,7 %, respectivamente), mientras que la desafección también ha bajado, aunque sigue siendo relevante (del 42,7 % al 32,1 %).

Pero esa caída no implica un mayor bienestar político. Al contrario: el malestar generalizado parece haber cristalizado en una acusación concreta. La preocupación por la corrupción y el fraude, marginal en 2023 (4,4 %), ha escalado hasta el 25,3 % en julio de 2025, con un crecimiento especialmente abrupto en el último mes. Esta evolución sugiere que muchos ciudadanos han pasado de una crítica difusa al sistema a señalar con claridad una causa específica: los casos de corrupción.

Este fenómeno también se refleja en el plano personal, donde el porcentaje de quienes consideran la corrupción uno de sus principales problemas ha pasado del 1,8 % al 9 %. Una señal clara de que el hartazgo político ya no solo molesta, sino que afecta a la vida cotidiana.

La vivienda y la sanidad escalan posiciones

Otro de los cambios más notables es el ascenso de la vivienda como gran preocupación transversal. En el plano nacional, pasa del 10 % al 30 %, y a nivel personal, del 10,2 % al 22,5 %. La dificultad para acceder a una vivienda digna, especialmente entre los jóvenes y las clases medias urbanas, ha dejado de ser un problema de nicho para convertirse en una cuestión estructural.

A esta tendencia se suma también la sanidad, que a nivel personal ya es el problema más citado (27,4 %) y que también crece como preocupación nacional (13,8 %). En ambos casos, hablamos de servicios esenciales cuya percepción de deterioro genera un impacto emocional directo y transversal.

La inmigración gana visibilidad

Otro foco emergente es la inmigración, que gana más de 10 puntos como preocupación nacional (del 7,7 % al 18,4 %) y personal (del 3,2 % al 10,8 %). No alcanza todavía los primeros puestos, pero su crecimiento sostenido sugiere que empieza a ocupar un lugar más estable en la agenda ciudadana, quizás como reflejo de un contexto europeo más tensionado o de cambios percibidos en la convivencia y el acceso a servicios.

Dos mundos emocionales distintos

Comparar los problemas del país con los problemas personales permite entrever dos niveles de lectura social. En lo colectivo, domina el juicio político y estructural (corrupción, vivienda, inmigración). En lo personal, destacan los servicios públicos, el coste de vida y la estabilidad laboral. En definitiva, la macroagenda se politiza, mientras que la microagenda se materializa.

Esta doble dimensión —crítica estructural y preocupación doméstica— será clave para entender hacia dónde podrían evolucionar las percepciones ciudadanas en el futuro inmediato.

3. ¿Hacia dónde vamos? Cuatro tendencias que marcan el segundo tramo de la legislatura

A mitad de legislatura, los datos del CIS apuntan a un cambio de ciclo en la sensibilidad ciudadana. La economía ya no concentra la preocupación dominante; en su lugar, emergen con fuerza cuestiones más estructurales y cotidianas. La corrupción, hasta hace poco una crítica difusa al sistema, se convierte ahora en una indignación concreta y creciente, tanto a nivel nacional como personal. El juicio ciudadano ya no se dirige solo a la gestión, sino también a la ejemplaridad.

En paralelo, temas como la vivienda y la sanidad ganan centralidad como focos de malestar que tocan directamente la vida cotidiana. La primera ha triplicado su peso como preocupación nacional en solo dos años, mientras la segunda encabeza las inquietudes personales. Estos temas, más materiales y emocionales que ideológicos, tienen el potencial de convertirse en palancas de presión política, especialmente si no se abordan con medidas visibles y eficaces.

También la inmigración se abre paso como preocupación ascendente, aún lejos del podio pero con un crecimiento sostenido que no pasa desapercibido. Todo ello ocurre en un contexto donde el desplazamiento ideológico hacia la derecha ya no es incipiente, sino una tendencia consolidadaLa forma en que se reordenen las prioridades sociales y se articule el debate público —en torno a identidad, orden o protección— será clave para entender el clima político en el tramo final de la legislatura.

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