Apagón del 28A: luces y sombras de un día lleno de lecciones para todos
El 28 de abril no solo se fue la luz. Se apagaron las pantallas, los móviles quedaron mudos y muchos hogares, literalmente, a oscuras. El CIS ha sacado una encuesta flash con la opinión de los españoles y, como ya es costumbre, os ayudamos a descifrar los sus datos más relevantes
La gran conclusión es que el día del apagón nos privó a todos de lo cotidiano: el 63% echó en falta poder informarse, el 53% lamentó no poder cocinar, el 44% se quedó sin acceso a internet, y un 40% no pudo comunicarse con otros. Incluso hubo un 13% que mencionó que no pudo usar el ascensor y un 10% que se vio impedido de trabajar. En cuestión de minutos, la normalidad se transformó en vulnerabilidad compartida.
1. Radiografía del comportamiento ciudadano

En medio de esta desconexión forzada, emergió un dato que dice mucho de nosotros: un 88,2% de los encuestados valoró positivamente el comportamiento cívico de la ciudadanía durante el apagón. Esta mayoría no solo percibió calma y cooperación, sino también una notable ausencia de incidentes graves.
Además, en una suerte de regreso a lo analógico, el 62,1% recurrió a la radio como medio de información principal. En un mundo digital, la radio —ese medio casi olvidado— volvió a demostrar su papel insustituible en momentos de crisis.
2. Causas percibidas del apagón: entre lo técnico y lo intencionado

El apagón también dejó tras de sí un interrogante colectivo: ¿por qué ocurrió? Para el 46,2% de los encuestados, la causa fue un accidente o fallo técnico en el sistema eléctrico. Sin embargo, un 26,6% lo achaca a un acto deliberado —como un ciberataque—, lo que refleja una percepción de amenaza latente en un contexto de crecientes tensiones geopolíticas y dependencia digital. Este dato es relevante no solo por lo que dice sobre el apagón en sí, sino por lo que revela sobre la sensibilidad de la opinión pública ante riesgos tecnológicos.
3. Lo que no teníamos en casa (y echamos en falta)

El apagón también actuó como una prueba de estrés doméstico. Un 41,6% de las personas reconoció haber echado en falta algo esencial durante esas horas. ¿Qué faltó? Un 34,9% señaló no disponer de una fuente de energía no eléctrica para cocinar, un 15,5% no tenía radio a pilas, y un 10% carecía de linternas, velas o similares. El apagón no solo nos recordó lo mucho que dependemos de la electricidad, sino también lo poco preparados que estamos para cuando falla.
4. Una lección colectiva

Este apagón, inesperado y masivo, fue mucho más que una interrupción del suministro eléctrico. Fue una prueba de resistencia social, una experiencia de vulnerabilidad compartida y un espejo de nuestras fortalezas y carencias.
Por un lado, la ciudadanía respondió con civismo, resiliencia y una sorprendente capacidad de adaptación. Por otro, la gestión institucional y la comunicación en tiempo real evidenciaron carencias importantes. Y entre ambas orillas, una certeza: necesitamos estar mejor informados, mejor preparados… y quizás también, algo menos dependientes.
Pero no todo fue ansiedad o colapso. Mientras muchos adultos desesperábamos por no poder avanzar con nuestros trabajos o acudíamos en masa a los supermercados —en un simulacro pandémico que aún nos resulta familiar—, los niños hicieron algo muy distinto: se lanzaron a recuperar las plazas, los parques y las calles. Sin pantallas, sin relojes y sin prisa, jugaron como si el tiempo se hubiera detenido. Nos dejaron, por un momento, imágenes poco habituales en nuestros tiempos: infancia en libertad, espacio público vivo, y una chispa de esperanza en medio del apagón.